Autenticidad y calidad de la traducción
Peter Gwan

Resumen

(Artículo publicado por PETER GAWN en META, 33, 3. Les Presses de l'Université de Montréal, Montréal, 1988, pp. 456-460)

Está más que probado que el gobierno federal de Canadá trabaja sobre todo en inglés. En su comunicación con los ciudadanos canadienses francoparlantes, tiene que atravesar a menudo el puente de la traducción, en una sóla dirección además.

Según la Ley de Lenguas Oficiales, el gobierno tiene que publicar sus documentos en francés e inglés. Pero resulta que estos documentos se crean inglés, para ser traducidos luego al francés.

Se trata sin embargo de un cambio de culturas más que de idiomas. Desde este punto de vista, es terrible la labor que se le adjudica al traductor. Y se puede poner en duda si, por ejemplo, las dos versiones de la misma ley son válidas, es decir, la autenticidad de la traducción. Podemos así formular una primera LEY: El valor del traductor es inverso a la proporción del conocimiento de la lengua de llegada o al nivel de bilingüismo del cliente.

Comparando dos versiones de una misma ley, vemos que la primera la hacen expertos en el tema, tras múltiples consultas a profesionales y muchas correcciones; la segunda, un traductor a menudo con muy poco tiempo y solo, y sin posibilidades de efectuar consultas. Esta versión, como mucho, será un espejo que se limita a reflejar el texto inglés.

Así, formularemos la segunda LEY: cuanto mas similares sean dos culturas, tanto mas adecuadas serán las traducciones.

Entre muchos criterios falsos, trataremos de deslindar el criterio adecuado: la responsabilidad del cliente es crear un documento que sea auténtico tanto en francés como en inglés, y la labor del traductor es ayudar a aquel en esa labor. En este contexto, describiremos al traductor como experto en translación intertextual, y no como ángel de la guarda del francés o como la única autoridad en la traslación interlingüística.

He aquí la tercera LEY: la calidad de la traducción depende del nivel de compromiso del cliente para con el bilinguismo.

El traductor, al contrario que en otras profesiones, tiene que doblegarse a las exigencias del cliente; además, tiene que lograr la destreza del virtuoso en su trabajo, interpretar piezas ajenas, pero a menudo desconocidas y sin tiempo para investigar y practicarlas como hace un músico. En lo que respecta a la organización del trabajo, ha sido hasta ahora un solista, aunque cada vez más trabaja en equipo. En este sentido, hay que señalar también la ayuda que presta al traductor la tecnología moderna, de la que tiene que sacar el mayor provecho posible, y quitarse de encima el trabajo puramente mecánico.

Es también totalmente perjudicial para el traductor aceptar sin mas las exigencias del cliente: aceptar textos erróneos, etc., es perjudicar a la traducción.

Llegamos a la cuarta y última LEY: Cuanta mayor sea la voluntad del cliente, mayor sera la autenticidad de la traducción.

La clave para lograr traducciones adecuadas esta en el intercambio de información y la labor de equipo entre cliente y traductor. La autenticidad supone sin embargo más que esto. El texto auténtico es aquel que se adapta perfectamente a la situación de su creador, de su destinatario y del mensaje. Según esta definición, la traducción literaria difícilmente podría ser auténtica.