El viaje de mi padre
Arantxa Iturbe, Agurtzane Intxaurraga

Patxi se ha quedado solo con su padre, ya anciano. Antes de que muriera, Patxi prometió a su madre que cuidaría de su padre hasta el final, pero no imaginaba que le resultaría tan duro cumplir su promesa. Ha emprendido un viaje que ha hecho tambalear toda su vida: ha perdido a su novia y su trabajo pende de un hilo. Pero lo más duro es la relación con su padre, que, enfermo, va perdiendo la memoria y desintegrándose poco a poco. A lo largo de su viaje Patxi llegará a conocer a su padre, logrará disipar la alargada sombra del omnipresente tío Juan, y alcanzará a comprender su propia historia. Para ello, sin embargo, será preciso llegar a la última estación.

Un escenario casi vacío, sólo una línea blanca que marca un espacio rectangular. A los lados varios objetos: un teléfono, varias maletas, un perchero con un hermoso vestido de flores y el acordeón.

Dos actores sentados a ambos lados del escenario.

El actor que va a interpretar el papel de PADRE se levanta, se acerca al público y comienza a hablar coincidiendo con el cambio de luces.

PADRE-ACTOR: “Viejos son los trapos”, nos decían nuestros abuelos (Sonríe con una sonrisa dolida), y sonreíamos porque eran cosas de viejos. (Con impotencia repentina) Pero la sonrisa se arruga enseguida. Y empiezas a olvidar. (Pausa) Primero, las cosas: ¿dónde habré puesto las llaves? Después, las citas: ¿te acuerdas qué día tengo que volver al médico? Y aprendes a apuntar. (Absolutamente impotente) Hasta que un día olvidas mirar lo que has apuntado. Olvidas lo que fuiste ayer, lo que has dicho hoy y lo que tienes que hacer mañana. Olvidas las pastillas, las gafas, los nombres, los cumpleaños, las caras, los caminos… Y por último, olvidas dónde estás y por qué, y quién eres. El olvido se apodera de todo. De lo bueno y de lo malo. De lo que merece ser olvidado y de lo que jamás deberías olvidar. No hay muros para detener el olvido. Te lleva de ser alguien a no ser nada. Una vez que te conviertes en nada, el resto comienza a desaparecer. Sólo un pensamiento persiste: “Viejo, cada vez más viejo”. Sin remedio. (Sin excepción) Sin vuelta atrás.

1ª escena.

Oímos la llegada de un tren, cada vez más cerca, cada vez más fuerte. Se acerca a gran velocidad.

PADRE en el centro del escenario, totalmente feliz. El no escucha ningún tren. Está tocando su acordeón “imaginario” concentrado en su mundo. Está creando una nueva melodía, la melodía más hermosa del mundo. Y por sus gestos podemos deducir que le está saliendo muy bien.

El tren toca la bocina, avisando del peligro.

En el mismo espacio, pero en otro plano, PATXI, el hijo, está haciendo cálculos de multiplicación, concentrado también de una manera obsesiva. No utiliza ni papel ni bolígrafo. Lo hace mentalmente.

PATXI: Nueve mil quinientos treinta y cinco por ocho mil doscientos treinta y uno, setenta y ocho millones cuatrocientos ochenta y dos mil quinientos ochenta y cinco. 9535 por 8232, 78 millones, 492 mil, 120. Por 8233, 78 millones, 501 mil, 655. 9535 por 8234…

(…)