Necesidad de la traducción y desarrollo de la traductología. Su evolución histórica.
Amparo Hurtado Albir

La traducción: elemento de comunicación indispensable entre los pueblos y garantía de la diferencia

Al hablar de traducción conviene señalar de entrada su función comunicativa: se traduce para comunicar, para hacer que un destinatario que no comprende la lengua, ni a veces la cultura, en que está formulado un texto (oral, escrito o audiovisual) tenga acceso a este texto. La traducción (en sus diferentes vertientes: traducción escrita, oral audiovisual, automática) es un instrumento de comunicación, y este papel comunicativo le convierte en puente entre lenguas, pueblos y culturas.

No hay que olvidar tampoco que la traducción nace de la diferencia: la diferencia entre las lenguas y las culturas es la razón de ser de la traducción, la necesidad de su existencia. Pero al mismo tiempo el traducir es garantía del mantenimiento de las diferencias. La traducción garantiza que cada cual pueda expresarse, escuchar, leer en su propia lengua, y no en otras en las que la comunicación sería imposible porque se desconocen (pensemos que nunca todos hablaremos todas las lenguas, o la misma lengua), o la comunicación se establecerá en situación de inferioridad al dominarlas por debajo de las posibilidades que brinda la lengua materna. La traducción garantiza también la existencia y el mantenimiento de todas las lenguas, convirtiéndose así en un instrumento democrático de salvaguarda de la diferencia y en pro de la comunicación.

Esta función comunicativa y de salvaguarda de la traducción adquiere un papel doblemente importante cuando se trata de lenguas minoritarias y en proceso de normalización, al estar más amenazada su integridad. Sin embargo, para cumplir realmente este papel se ha de efectuar en los dos sentidos. Traducir de esas lenguas minoritarias a las otras para dar a conocer la producción artística, literaria, científica, etc., de modo que cada cual disfrute del derecho inalienable a expresarse en su propia lengua.

Desde este punto de vista, la traducción (en todas sus vertientes: oral, escrita, audiovisual) desempeña un papel de primer plano en el proceso de normalización de las lenguas minoritarias. Por lo tanto, es responsabilidad de las instituciones potenciarla como instrumento democrático de comunicación y de salvaguarda que es, así como velar por que se haga bien, ya que las malas traducciones falsean la comunicación y destruyen las lenguas al plagarlas de calcos y al desproveerlas de su genuina manera de funcionar. De ahí el esfuerzo institucional que se requiere en cuanto a la formación, la ayuda y el reconocimiento profesional de la labor del traductor, de manera que se impida que cualquiera, sin tener la preparación necesaria, pueda traducir.

La traducción como elemento necesario para la comunicación entre lenguas y culturas diferentes hace milenios que existe; nace por sí sola de esta necesidad y hay que seguir manteniéndola. A mi entender, nuestra época posibilita, y además exige, un esfuerzo deliberado para utilizarla, extenderla y promocionarla al máximo de modo que puedan seguir existiendo lenguas y culturas diferentes.

El papel de la traducción a lo largo de la Historia

La necesidad de la traducción se pone de relieve a lo largo de la historia y sus orígenes son remotos. Aunque no existe todavía una buena historia de la traducción, lo cierto es que la traducción, oral y escrita ha existido siempre, que es casi tan antigua como el lenguaje y la escritura, y que aparece ligada a las relaciones comerciales y de todo tipo. Etnógrafos y antropólogos muestran cómo hasta en las tribus más recónditas del Amazonas existe un indígena que conoce la lengua del vecino y que desempeña la función de intérprete. En el Egipto faraónico (ya desde el Imperio Antiguo) el intérprete era considerado como un alto funcionario, y el cargo de jefes de intérprete pasaba de padres a hijos. Evidentemente, la traducción escrita es ligeramente posterior a la escritura; los primeros documentos bilingües conocidos se remontan al 2.000 a. de C. y se trata de textos sumerios con traducción literal en acadio[1].

Durante toda la Antigüedad la traducción ocupa una gran importancia, sea como fenómeno implícito, ya que hay constancia de mitos, narraciones que se repiten en diversas culturas (por ejemplo, la narración del diluvio que surge de la cultura babilónica), sea de modo explícito; lo cierto es que la cultura occidental comienza en el Próximo Oriente gracias a la traducción ya que elementos culturales del Próximo Oriente y Egipto pasaron a través de la literatura griega y hebrea a través de traducciones explícitas e implícitas[2]. Además no hay que olvidar que las transacciones comerciales entre los pueblos de la Antigüedad se realizan gracias a la traducción.

Por otro lado, hay que señalar la importancia de la traducción en la expansión del cristianismo; G. Mounin dice en este sentido que "cristianizar equivale siempre a traducir[3].

El paso del latín a las lenguas romances supuso obviamente muchas traducciones, lo cual conlleva el papel, sumamente importante, de la traducción en la consolidación de estas lenguas; como luego veremos, esta afluencia de traducciones dio pie a disputas interesantes sobre la manera de traducir.

Hay que señalar también el papel de la Escuela de traductores de Toledo, encuentro de la civilización hebraica, árabe y cristiana, puente y foco de difusión cultural.

Uno de los momentos cruciales en la Historia de la traducción es el Renacimiento. Podemos decir que se produce una verdadera revolución en el mundo de la traducción (gran aumento del número de traducciones, proliferación de diccionarios bilingües y multilingües), que viene originada por dos hechos: el nacimiento de las lenguas nacionales y el surgimiento de la imprenta (que multiplica el número de lectores). Se da forma, entonces, a la noción moderna de traducción; incluso los términos "traslador", "traslación" aparecen en esta época[4]. En la tradición religiosa la traducción ocupa una importancia capital. Recordemos que las diversas corrientes de la Reforma preconizan la necesidad de una Sagrada Escritura traducida a las lenguas nacionales y no siguiendo una versión literal sino una interpretación del verdadero significado; como señala G. Mounin[5] las Guerras de religión se acompañan de una verdadera "guerra de traducciones" y el contraste entre católicos y reformistas sobre la manera de traducir tiene un significado profundo, que va mucho más allá de la simple cuestión formal.

El Clasicismo es también un periodo fructífero de traducciones imponiéndose el gusto francés en la manera de traducir tildado de "belles infidèles". En esta época surge, en Francia, la primera escuela de intérpretes: en 1669 se crea la escuela de "les enfants de la langue" con la finalidad de formar sistemáticamente "dragomanes". También en el siglo XVII, en la Rusia de Pedro el Grande, se crea la primera asociación de traductores; el zar para occidentalizarse necesitaba de traductores y hasta crea un servicio ministerial con este objeto[6].

El Romanticismo se caracteriza por el florecimiento de las lenguas nacionales y del sentimiento nacional; es también una época en la que se traduce mucho precisamente para reavivar el espíritu nacional, poniendo en contacto las culturas europeas de vanguardia y estableciendo sus diferencias. Esta tónica de crecimiento de la traducción se mantiene durante la primera mitad del s. XX, pero la gran revolución en el mundo de la traducción se efectúa a partir de la Segunda Guerra Mundial.

La situación actual de la traducción

Este gran cambio en el mundo de la traducción viene dado por el aumento de las relaciones internacionales y los avances tecnológicos. Sus consecuencias son de diverso tipo. En primer lugar, se incrementa sustancialmente el volumen de traducciones. Por otro lado, se amplía el ámbito de la traducción, ya que aparecen nuevas modalidades como la interpretación simultánea (utilizada por primera vez en el juicio de Nuremberg), el doblaje, la subtitulación, la supratitulación, la traducción mecánica, produciéndose además un cambio sustancial en cuanto al tipo de textos traducidos a que se extiende a todos los ámbitos de la vida social (económico, político, técnico, científico, jurídico, etc.). Se produce, pues, un cambio en el mercado de la traducción, con el consiguiente cambio de perfil del traductor: el traductor trabaja en organismos internacionales, en empresas de todo tipo, en editoriales; se especializan los campos de trabajo (traductor literario, técnico, etc.); se diferencian las profesiones de traductor e intérprete…

Asistimos, pues, a una importancia vital de la traducción, ya que se convierte en elemento indispensable de la sociedad actual, así como a una definición de las profesiones de traductor e intérprete (profesiones más o menos reconocidas según los países); además los traductores e intérpretes se organizan en asociaciones nacionales e internacionales. Por otro lado, se crean centros específicos para la preparación a estas profesiones, apareciendo Escuelas de Traductores e Intérpretes por todo el mundo.

Hay que decir también que se produce un cambio en el método de trabajo del traductor condicionado no sólo por los nuevos medios tecnológicos que se ponen a su alcance (ordenadores, bancos de datos, magnetofón), sino también por la concepción de la traducción que "funciona": se pone más que nunca de relieve la necesidad de una traducción que cumpla su función comunicativa y parece obsoleta la disyuntiva histórica entre traducción literal y traducción libre (aunque siga habiendo defensores de la primera).

Paralelamente, se desarrolla poco a poco la Traductología con lo que se va conociendo mejor el funcionamiento del hecho traductor.

La evolución de la reflexión teórica en torno a la traducción

Resulta realmente sorprendente que una actividad tan antigua y tan importante como es la traducción haya estado tan poco teorizada. En realidad, hasta la segunda mitad del siglo XX no surgen los primeros trabajos sistemáticos; hasta entonces una larga lista de reflexiones puntuales (la mayoría prólogos y críticas de traducciones). Los temas debatidos se pueden agrupar en dos grandes ámbitos: uno es la manera de traducir, proponiéndose la "traducción literal", la "traducción libre", la "vía media"…; otro es el de la posibilidad de la traducción, apareciendo toda una serie de alegatos en contra de la traducción (la polémica traducibilidad/intraducibilidad), tildándola de "copia de calidad inferior", "retrato sin alma", "partitura mal tocada"… En esta larga época, que yo califico de "preteórica", van apareciendo, sin embargo, consideraciones interesantes en torno a la traducción. Veamos, brevemente, algunas de ellas.

Las primeras reflexiones en el mundo occidental aparecen con Cicerón y Horacio: Cicerón en el 46 a. de C. en Libellus de optimi genere oratorum afirma que no hay que traducir "verbum pro verbo" inaugurando así un debate que en el mundo occidental dura 2.000 años. G. Mounin señala que esta afirmación es recogida por Horacio medio siglo después en Epistola ad Pisones cuando afirma "Nec verbum verbo curabis reddere fidus interpres[7]. En la misma línea se sitúa San Jerónimo, autor de la Vulgata, quien en De optimi genere interpretandi califica el quehacer traductor como "non verbum de verbo, sed sensum exprimere de sensu".

Durante toda la Edad Media se produce una dicotomía clara entre la manera de traducir los textos religiosos y la manera de traducir los textos profanos. En la tradición religiosa, el respeto a las Sagradas escrituras, la "palabra divina", conlleva un apego a las palabras del original, defendiéndose a ultranza la traducción literal. En la traducción profana la situación es diferente preconizándose una traducción que no sea servil al original; citemos el caso de Maimónides quien en 1199 en una carta dirigida a Ben Tibbon, traductor al hebreo de su Guía de perplejos, en la que le da consejos sobre la manera de traducirla, critica la traducción literal y postula la necesidad de respetar los medios propios de la lengua de llegada: "El traductor que pretenda verter literalmente cada vocablo y apegarse servilmente al orden de las palabras y frases del original topará con muchas dificultades y el resultado presentará reparos y corruptelas. No es ése el método adecuado. El traductor ha de aprehender primero todo el alcance de la idea y reproducir después su contenido con suma claridad en el otro idioma[8]. Aparecen también en esta época alegatos en contra de la posibilidad de la traducción (la intraducibilidad); este es el caso de Dante en Il Convivio, donde señala la pérdida de "armonía" que supone el pasar lo que se ha formulado en una lengua a otra: "E pero sappia ciascuno che nulla cosa per legame musaico armonizzata si può de la sua loquela in altra trasnmutare, senza rompere tutta sua dolcezza e armonia[9].

El cambio que se produce en el mundo de la traducción en el Renacimiento va acompañado de un cambio en la manera de traducir, si bien sigue patente la dicotomía entre traducción religiosa y traducción profana. En la traducción religiosa existen defensores y detractores del literalismo. Fray Luis de León en su Prólogo de la Traducción literal y declaración del libro de los Cantares de Salomón, publicado en 1561, defiende la traducción literal cuando afirma: "El que traslada ha de ser fiel y cabal, y si fuere posible, contar las palabras, para dar otras tantas y no más, de la misma manera, cualidad y condición y variedad de significaciones que las originales tienen, sin limitarlas a su propio sonido y parecer, para que los que leyeren la traducción puedan entender la variedad toda de sentidos a que da ocasión el original si se leyese, y queden libres para escoger de ellos el que mejor les pareciere"; Fray Luis de León distingue esta manera de traducir (el "trasladar") del "declarar": "El extenderse diciendo, y el declarar copiosamente la razón que se entienda, y con guardar la sentencia que más agrada, jugar con las palabras, añadiendo y quitando a nuestra voluntad, eso quédese para el que declara..."[10]. Sin embargo, las diferentes corrientes de la Reforma postulan una versión no literal; este es el caso de Lutero quien en su Sendbrief vom Dolmetschen publicada en 1530 habla de transferir el sentido íntimo del texto y preconiza un respeto a la lengua de llegada, tal y como ésta se utiliza por los hablantes, y no a la de partida. En la traducción profana comienza a producirse lo que L.Kelly[11] califica de "multidimensionalidad" de la noción de fidelidad ya que se va más allá de la equivalencia formal, postulando una lectura exigente del original e introduciendo el nivel estilístico. Un buen representante de este avance en la reflexión y en la manera de traducir es E. Dolet quien en 1540 escribe un tratado sobre la traducción titulado La manière de bien traduire d'une langue en aultre en el que señala cinco reglas para traducir bien, que poseen gran actualidad: 1) que el traductor entienda perfectamente el "sentido" y la "materia" del autor que traduce, 2) que tenga perfecto conocimiento de la lengua del autor, 3) que no traduzca palabra por palabra, 4) que no utilice palabras muy cercanas al latín, 5) que observe las "normas oratorias" de la lengua de llegada.

También se discute de la legitimidad de la traducción; G. Mounin[12] considera que Défence et illustration de la langue française de J. Du Bellay, publicado en 1549, supone una antología de todos los argumentos contra la traducción; Du Bellay llega a comparar la traducción con un "retrato" al que, por ser copia material, le faltaría siempre un alma. Hasta el propio Cervantes recoge esta problemática en el Quijote cuando en el capítulo VI de la primera parte afirma: "… que le quitó mucho de su natural valor; y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieron volver en otra lengua: que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento[13].

El Clasicismo se caracteriza en Europa por la afirmación del gusto francés en la manera de traducir: traducir a los clásicos efectuando adaptaciones, lingüísticas e históricas. Este tipo de traducciones se ha dado en llamar las "belles infidèles"; la expresión se debe al francés Ménage, quien dice refiriéndose a las traducciones de Perrot D'Ablancourt "Elles me rappellent une femme que j'ai beaucoup aimé à Tours, et qui était belle mais infidèle[14]. E. Cary[15] justifica esta manera de traducir alegando la falta de conocimientos que tienen los lectores de la época de la cultura grecorromana y la necesidad de efectuar adaptaciones para que les resulten accesibles estos textos. Evidentemente hay también partidarios de otra manera de traducir; sirva de ejemplo el español M. Ibañez de Segovia quien en 1699 en el “Prólogo al lector" que antecede a una traducción suya de Quinto Curcio Rufo critica "la versión fiel y puntual" sin mudar una sílaba ni coma pero también "la relajada licencia de la paráfrasis", preconizando "el seguro medio" como método de traducción[16]. Mención aparte merece el caso de A.F. Tytler, quien escribe en 1792 Essay on the principles of translation, considerado por algunos como el primer tratado que intenta examinar la traducción sobre bases más modernas.

La revolución social que se produce a finales del siglo XVIII lleva pareja una revolución estética y de la manera de traducir. G. Mounin explica que, a pesar de que "les belles infidèles" perdurarán hasta finales del siglo XIX, adopta la forma de una vuelta al literalismo, de tipo "lingüístico" pero también "histórico". Precisamente dos traductores de San Jerónimo al francés, Grégoire y Collombet, abogan por esta vuelta al literalismo; Grégoire y Collombet distinguen dos maneras de traducir: una que califican de "belles infidèles" consiste en "penetrarse bien del contexto" y transferirlo a la lengua de llegada manteniendo en lo posible el color estilístico del autor del original pero sin lograr una "exactitud literal" y sobre todo sin "seguir paso a paso el movimiento de la frase", la otra consiste en la traducción literal, que ellos defienden y que identifican con "una escrupulosa fidelidad"[17]. Ahora bien, cuando Leconte de Lisle dice: "Le temps des traductions infidèles es passé. Il se fait un retour manifeste vers l'éxactitude du sens et la littéralité"[18], no se está refiriendo a un respeto a la época del original y a la no adaptación de la vida y costumbres que éste refleja a la época del lector; G. Mounin califica este tipo de traducción de "traducción reconstitución histórica", posible en esta época, a diferencia de la anterior, ya que ha nacido la Historiografía moderna y el hombre burgués es capaz de percibir las diferencias históricas entre su época y la Antigüedad. De este modo, se expresa también A. Bello cuando dice: "el traductor de una obra de imaginación, si aspira a la alabanza de una verdadera fidelidad, está obligado a representarnos, cuan aproximadamente pueda, todo lo que caracterice el país y el siglo, y el genio particular de su autor", aunque señale enseguida la cuestión de la intraducibilidad: "pero esta es una empresa que frisa con lo imposible respecto de Homero, sobre todo cuando ha de hacerse en una lengua como la castellana, según se habla y escribe en nuestros días"[19].

Hay que señalar dos aportaciones importantes procedentes de Alemania. Una es la de F. Schleiermarcher quien escribe en 1813 el tratado Uber die verschiedenen Methoden des Uebersetzens en el que señala dos maneras contrapuestas de traducir: o bien se conduce al autor hacia la lengua del lector, o bien se conduce al lector hacia la lengua del autor. J.W. Goethe en 1819 en el apartado dedicado a la traducción de su West-östlicher Divan propone una "traducción integral" que traduzca el significado pero también los procedimientos retóricos, el ritmo, la métrica...

Al llegar a la primera mitad del siglo XX asistimos a una coexistencia de diferentes puntos de vista, dándose partidarios tanto de la traducción literal como de la traducción libre, de la "vía media"... Así, por ejemplo, J. Ortega y Gasset en Miseria y esplendor de la traducción, citando las dos direcciones señaladas por Schleiermacher, dice que "sólo cuando arrancamos al lector de sus hábitos lingüísticos y le obligamos a moverse dentro de los del autor, hay propiamente traducción" y que "lo decisivo es que al traducir, procuremos salir de nuestra lengua a las ajenas y no al revés, que es lo que suele hacerse"[20]. F. Ayala en Breve teoría de la traducción[21], publicado en 1943, critica tanto la traducción literal como la traducción libre y, al igual que hace Ortega, define el traducir como un ideal utópico por ser inalcanzable, ya que, según él, cada "concreción del espíritu", cada producto cultural, es "intransferible y único". Sin embargo, A. Elías en Traducir e Interpretar[22] en un afán por lograr una traducción que respete los mecanismos propios de la lengua de llegada proviene contra la literalidad, los calcos y los falsos amigos del traductor y, como indica el título, postula la necesidad de interpretar el original para lo que hace falta conocer la cultura y costumbres de donde éste procede. N. González Ruiz en Doctrina de la traducción hace hincapié también en la importancia de la lengua de llegada, situándola como el primer requisito para traducir bien, y propone como objetivo de la traducción el conseguir un "efecto semejante" en el destinatario: "Meta ideal de la traducción es que el texto produzca en el nuevo idioma a los lectores que en él lo lean, un efecto en todo semejante al que producía el texto original a los lectores que en el idioma original lo conocieron"[23]... Cabe citar además en Francia Sous l'invocatión de Saint-Jérome de V. Larbaud, publicado en 1946, donde se encuentran numerosas consideraciones interesantes en torno a la traducción; así por ejemplo, cuando se interroga sobre "los derechos y deberes" del traductor critica tanto la traducción palabra por palabra como la traducción "engalanada": "Que devra-t-il faire pour ne pas trahir, et pour eviter, d'une part le mot à mot insipide et infidèle à force de servile fidélité et d'autre part la "traduction ornée"? Bref, quels sont les droits et les devoirs du traducteur?"[24].

Dos grandes debates recorren, pues, la reflexión en torno a la traducción a lo largo de la historia: el de la traducibilidad/intraducibilidad, y el de la noción de fidelidad a la hora de traducir. En La notion de fidélité en traduction[25] ya he explicado que ambos debates están imbricados dado que los dos remiten a la definición de lo que se entiende por "invariable" en traducción, es decir, la definición de la naturaleza de lo que une el texto original y su traducción, del punto (o puntos) de referencia a que debe respeto el traductor (contenido, forma, etc.). Las respuestas oscilan: Traducción literal, traducción libre, vía media, traducción del sentido... pero lo que sorprende es la falta de definición de estos términos (literalismo gramatical, estilístico, histórico; identificación de sentido y contenido; ambigüedad de la vía media, etc.) y la identificación constante de fidelidad con literalidad. La clave de la cuestión reside en el hecho de haber considerado tradicionalmente "contenido" y "forma" como elementos disociados; si, desde perspectivas actuales, consideramos el "sentido" que se produce en todo acto comunicativo como el resultado de una confluencia de todos los elementos implicados, esta dicotomía se anula con lo que la oposición "traducción literal"/"traducción libre" como única manera de traducir resulta ser un falso problema, y la "vía media" obtiene una respuesta[26].

En esta larga época de reflexión en torno a la traducción no se llegan a resolver, pues, los problemas fundamentales, a pesar del atino de algunas afirmaciones; se trata, además, de reflexiones puntuales que no poseen un carácter sistemático ni efectúan un análisis global del hecho traductor.

Las teorías modernas

En la segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con la gran eclosión que se produce en el mundo de la traducción, se reivindica un análisis más sistemático del hecho traductor y un acercamiento a la Lingüística.

Cabe citar como pioneros al soviético A.V. Feodorov quien escribe en 1953 Vvedenie v teoriju perevoda (Introducción a la teoría de la traducción), a los franceses E. Cary, quien en múltiples artículos y libros ofrece consideraciones de sumo interés sobre la historia de la traducción y la manera de traducir, y G. Mounin cuyo Les problèmes théoriques de la traduction de 1963 es una muestra clara del acercamiento del análisis del hecho traductor a la Lingüística, como ya lo había sido el célebre artículo de R. Jakobson On linguistic aspects of Translation, publicado en 1959[27].

A partir de estos momentos los trabajos se suceden de manera continuada hasta nuestros días, abordando el análisis del hecho traductor desde diferentes puntos de vista. Sin pretender abarcarlos todos, y con el único objetivo de trazar un panorama global, propongo una clasificación de estos trabajos en función de su mayor hincapié en la consideración de la traducción 1) como operación interlingüística, 2) como operación intercultural, 3) como operación intertextual[28].

1) Me refiero aquí a aquellos autores que consideran la traducción prioritariamente como una operación entre lenguas y centran su análisis en estudios comparativos de las lenguas en presencia o en la catalogación de resultados. Son las célebres Estilísticas comparadas (J.P. Vinay y J. Darbelnet, A. Malblanc, P. Intravaia y P. Scavée) que inauguran una nueva vía del análisis contrastivo proponiendo nuevas categorías: los famosos "procedimientos" de traducción, recogidos también por G. Vazquez Ayora, o la de las teorías del gramático G. Guillaume que hace G. Garnier, los "niveles de traducción" que propone J.C. Catford[29]...

2) Son los traductólogos bíblicos quienes mejor representan el enfoque traductológico que hace mayor hincapié en las cuestiones de tipo cultural: este es el caso de E.A. Nida y Ch.R. Taber y de J.C. Margot, quienes acuñan el término de “equivalencia dinámica" (opuesta a la "equivalencia formal" que sería infiel) e indican la importancia de las diferencias culturales (y por lo tanto no sólo lingüísticos) a la hora de traducir, así como la necesidad de tener en cuenta al destinatario de la traducción. No hay que olvidar además la aportación de M. Pergnier, quien efectúa una aplicación de la Sociolingüística al análisis del hecho traductor[30].

3) Los años 70 se caracterizan por la reivindicación del carácter textual de la traducción y la necesidad, pues, de un análisis que considere la traducción como una actividad de texto a texto y no de lengua a lengua. Este es el caso de E. Coseriu, J.R. Ladmiral, H. Meschonic, K. Reiss, H.J. Vermeer... Algunos incorporan el análisis de los procesos; es el caso de G. Steiner, representante de un enfoque hermenéutico en el análisis del hecho traductor, y de D. Seleskovitch, M. Lederer, J. Delisle, representantes de "modelo interpretativo" o "teoría del sentido" de la escuela de Paris. Otros se ciñen estrictamente a la confrontación de resultados; es el caso de R.K. Hartmann, quien propone una Textología Comparada. Se diría que la tendencia actual se encamina hacia un enfoque pragmático del hecho traductor; algunos apuestan explícitamente por la Pragmática como método de análisis (B. Hatim y I. Mason, J. House), en otros aparece de manera implícita (es el caso de la teoría del sentido de París)[31]...

En el momento actual se ha abierto la vía para un análisis del hecho traductor que, a partir de la reivindicación de su carácter textual, analice todos los elementos que intervienen en el acto traductor; este análisis ha de introducir, pues, necesariamente consideraciones de tipo pragmático.

A mi entender, este es el reto que tiene planteado hoy día la Traductología. Me parece que hay que partir de la idea de que la traducción es una operación textual, pero también un acto de comunicación y una actividad del sujeto. Por lo tanto no sólo hay que estudiar los mecanismos de actualización textual (diferentes en cada lengua y cultura), sino también todos los elementos que intervienen en dicho acto de comunicación y los procesos mentales que pone en funcionamiento el sujeto-traductor. En este sentido, creo necesario un enfoque "integrador" de este triple análisis, y que ha de ser por lo tanto de tipo interdisciplinario.

Los avances operados en los últimos años nos han hecho conocer mejor el hecho traductor y han configurado, a pesar de la diversidad de enfoques existentes, el nacimiento de una disciplina nueva: la Traductología. Se trata de una disciplina joven y en continuo estado de gestación, ya que faltan modalidades por analizar (por ejemplo, el doblaje, la subtitulación) y muchas cuestiones por profundizar (por ejemplo, la unidad de traducción, o la invariable traductora). De ahí la necesidad de contribuir a su desarrollo para conocer mejor y efectuar mejor la traducción. Su desarrollo corre parejo a la necesidad y desarrollo creciente de la traducción en la sociedad actual como elemento indispensable para la comunicación entre los pueblos y para salvaguardar las lenguas y culturas propias.


Notas

1. Cf. V. García Yebra "Protohistoria de la traducción", en Fidus Interpres. Actas de las Primeras Jornadas Nacionales de Historia de la Traducción, Vol. I, Universidad de Leon, 1987, p.13.

2. Cf. V. García Yebra, op. cit.

3. G. Mounin, Teoria e storia della traduzione, Torino: Einaudi, 1965, p.32.

4. E. Cary señala que, en Francia, R. Estienne propone en 1539 el término "traduire" y E. Dolet en 1540 "traduction" y "traducteur"; E. Cary, Les grands traducteurs français, Ginebra: Georg, 1963, p.6.

5. G. Mounin, op. cit., p. 41.

6. Cf. G. Mounin, op. cit.

7. G. Mounin, op. cit., p. 32.

8. Cit. por J.C. Santoyo, Teoría y crítica de la traducción: Antología, EUTI Universitat Autónoma de Barcelona, 1987, p. 12.

9. Cit. por G. Mounin, op. cit., p. 36.

10. J.C. Santoyo, op. cit., pp. 65-66.

11. L. Kelly, The true interpret, Oxford: Basil Blackwel (cap. 8.1.: "Fidelity, spririt and truth").

12. G. Mounin, Les belles infidèles, Paris: Cahiers du Sud, 1955.

13. J.C. Santoyo, op. cit., p. 75.

14. Cit. por E. Cary, op. cit., p. 29.

15. E. Cary, op. cit.

16. J. C. Santoyo, op. cit., p. 92-94.

17. Lettres de Saint Jérome, cit. por G. Mounin, op. cit. p. 80-81.

18. Cit. por G. Mounin, op. cit., p. 97.

19. J.C. Santoyo, op. cit., p. 164.

20. J. Ortega y Gasset, Obras Completas, 7. ed. Madrid: Ediciones Revista de Occidente, t. 5 ("Miseria y esplendor de la traducción"), p. 449 y 452.

21. Reeditado con el título Problemas de la Traducción, Madrid: Taurus, 1965.

22. J. C. Santoyo, op. cit., p. 220-227.

23. J. C. Santoyo, p. 235.

24. V. Larbaud, Sous l'invocation de Saint-Jérome, Paris: Gallimard, 1946, p. 62.

25. A. Hurtado Albir, La notion de fidelité en traduction, Paris: Didier Érudition, Col. Traductologie 5, 1990.

26. Cf. también sobre este tema A. Hurtado Albir, "¿Libertad o servidumbre? Traducir el sentido, ésa es la cuestión", en M. Lederer (ed.) La liberté en traduction, Paris: Didier Érudition, Col. Traductologie 7, en prensa.

27. A.V. Federov,Vvednie v teoriju perevoda, Moscú: Isdatel'stvo Literatury na innostrannych jazykach, 1953; G. Mounin, Les problèmes téoriques de la traduction, Paris: Gallimard, 1963; R. Jakobson, "On linguistic aspects of translation", On Translation, Harvard University Press, 1959.

28. Toda clasificación encierra el peligro de resultar artificial y de constreñir a los autores; no es ésta mi intención. Entiéndase como meramente indicativa de elementos de preponderancia y téngase en cuenta que muchas veces los autores comparten otros puntos de vista (por ejemplo, considerar la traducción como una actividad textual aunque no se llegue a efectuar un análisis textual sino "interlingüístico").

29. J. P. Vinay, J. Darbelnet, Stylistique comparée du français et de l'anglais. Métode de traduction, Paris: Didier, 1958; A. Melblanc, Pour une stylistique comparée du français et de l'allemand, Paris: Didier, 1961; P. Intravaia, P. Scavée, Traité de stylistique comparée du français et de l'italien, Paris: Didier, 1979; G. Vazquez Ayora, Introducción a la Traductología, Washington: Georgetown University Press, 1977; P. Newmark, A textbook of Translation, Londres: Prentice Hall, 1988; G. Garnier, Linguistique et traduction: éléments de systematique comparée du français et de l'anglais, Caën: Paradigme, 1985; J.C. Catford, A linguistic theory of translation, Londres: Oxford University Press, 1965.

30. E. A. Nida, Ch. Taber, Theory and practice of translation, Leiden: E.J. Brill, 1969; J.C. Margot, Traduire sans trahir, Lausanne: L'Age d'homme, 1979; M. Pergnier, Les fondements sociolinguistiques de la traduction, Paris: Honoré Champion, 1979.

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