Presentación
Senez

Traducción: Koldo Morales

Para empezar, debemos dar una explicación sobre el retraso en la publicación de este número. Y esa explicación no puede ser otra que la situación que vive la Escuela de Traductores de Donostia, principal responsable de esta revista. En efecto, la Escuela ha pasado todo el año inmersa de nuevo en su "quiero y no puedo". A pesar de que desde muchos ámbitos se ha declarado su carácter necesario, aún no se le ha ofrecido una verdadera salida; como consecuencia de ello, el profesorado de la Escuela se encuentra muy mermado, viéndose en la imposibilidad de sacar adelante los otros trabajos que había asumido (entre ellos la edición de esta revista). Sin embargo, al menos por una año más la Escuela de Traductores de Donostia seguirá viva, sobre todo gracias a la voluntad, la competencia, el empeño y el tesón de sus profesores y alumnos. En la medida en que eso sea así, también seguirá viva esta revista, que parece condenada a sufrir las mismas incidencias que la propia Escuela.

Pasando al contenido de este número, los artículos tratan de forma casi monográfica sobre el papel y el espacio que deberían corresponder a la traducción en el campo de la enseñanza de idiomas. Este tema no se agota en este número, a pesar de ser un número doble. Y mucho menos si tomamos en cuenta la cantidad de áreas que en un pueblo como el nuestro necesitan ser estudiadas, investigadas y analizadas.

Entre nosotros hay algunos fenómenos destacados:

Para empezar, no debemos olvidar que hasta hace no muchos años la enseñanza no tenía una gran influencia en la transmisión del euskera, o bien, mejor dicho, que la enseñanza tenía una evidente influencia negativa en la transmisión del euskara, puesto que la transmisión realizada mediante la familia se veía constantemente obstaculizada y relegada por una enseñanza desarrollada únicamente en castellano o en francés. En la actualidad no podemos decir que las cosas sean al revés, pero sí que el aprendizaje lingüístico conseguido a través de la enseñanza tiene una enorme influencia en la supervivencia y difusión del euskera. Por un lado, porque el euskera tiene una gran presencia en la educación infantil, y porque se prevé que en el futuro tendrá una presencia aún mayor. Por otro lado, porque también en el caso de los adultos el aprendizaje del idioma tiene un gran impacto en la situación lingüística: no hace falta mencionar el peso que tienen instituciones públicas o semi-públicas como AEK o HABE, aunque no sea más que como generadores de empleo, en unos tiempos en que esas cosas no pueden tomarse a broma. Queremos decir, resumiendo, que la enseñanza formal del idioma, en especial la del euskera, ha llegado a ser una de las empresas principales de este país, en el viejo y nuevo sentido de la palabra. Mirado desde ese punto de vista, este pueblo ha realizado una gran apuesta cuando ha asumido esa tarea y esa carga, y es preciso mirar con lupa si se continúa sacando el rendimiento necesario a la inversión realizada en todo lo relacionado con la enseñanza del idioma, del euskera.

En ese sentido, tenemos que estar atentos a todo lo que suceda en el campo de la enseñanza de idiomas. Y hoy en día está sucediendo que en aquellos lugares en que la traducción ha estado más alejada —¿desterrada?— de la enseñanza de idiomas, sobre todo en Francia y en Alemania, ésta está recuperando el lugar que le corresponde, en el contexto de la innovación de la didáctica de idiomas. Por otra parte, sucede que todos los que en este pueblo saben euskera —o casi todos— son bilingües en euskera y castellano o en euskera y francés. Por desgracia, está muy extendida la idea errónea de que ser bilingüe y ser traductor es la misma cosa; es algo que con frecuencia hemos denunciado desde esta revista. Pero en una sociedad bilingüe, la persona bilingüe se ve a menudo obligada a hacer de traductor, tan a menudo que esa situación puede tener un gran efecto en la multiplicación de las interferencias entre idiomas, en perjuicio de su conocimiento autónomo.

La sociedad en que vivimos —lo hemos dicho muchas veces, también en las páginas de esta revista— estará en el futuro obligada a ser una sociedad bilingüe o plurilingüe. Sobre eso no cabe ninguna duda.

En cualquier caso, sabiendo todo ello, es poco el esfuerzo que se ha realizado para enseñar de forma conjunta, en su existencia conjunta, los idiomas que se necesitarán aquí —los que tiene la sociedad bilingüe y los otros que se necesitarán—. Los idiomas se enseñan uno a uno, sin tomar en cuenta que no tienen una existencia separada, dejándose en manos del alumno la construcción de los puentes entre esos idiomas; esos puentes se construyen, de una forma u otra, a pesar de que los métodos cierren los ojos. Al fin y al cabo, es esa capacidad de traducir, esa habilidad de saltar de un idioma a otro, la que al pasar del límite de un idioma al límite del otro constituye la lanzadera que teje el lenguaje bilingüe entre los hilos de la urdimbre del significado del mensaje.

Esto que no es más que la estrecha hebra de esta madeja de temas tiene que traer aún un largo hilo, en beneficio de la enseñanza del euskera.