Reflexiones en torno a la traducción de 'Tartufo'
¿Traducir en prosa o en verso?: esa fue la primera decisión que tuve que tomar al enfrentarme a la traducción de Tartufo. Creo que cuando se mantiene el verso, el resultado suele ser mejor -siempre que se haga mínimamente bien-, así que, aun consciente de los riesgos, me atreví a intentarlo. La mayoría del teatro clásico está escrito en verso, por lo que merece la pena transmitir a los lectores y actores el placer estético producido por las rimas y la métrica. Y esa fue, justamente, la segunda gran decisión: ¿a qué métrica ceñirme? Opté por usar en euskera versos de quince sílabas en lugar de las doce del original, dado que el francés es una lengua más "corta" que el euskera. En las rimas busqué que fueran lo más ricas posible, aunque en ocasiones hube de conformarme con las pobres. Y para mantener la armonía entre métrica, rima y contenido, me serví de los encabalgamientos, cambié de lugar algunas informaciones, etc. He constatado, así mismo, la necesidad de un diccionario vasco rimado, adaptado a las necesidades de la traducción. También se me plantearon dudas respecto al tratamiento que debían utilizar los personajes entre ellos. Y podría seguir, pues hay más dudas que soluciones. Mis soluciones están en el texto traducido; ahora es el turno del lector, que es quien decidirá en qué medida erré o acerté.