Encuentros de traducción literaria en Polonia - 2019
Este año los encuentros de traducción –que la asociación viene organizando en el marco del programa Itzultzaile Berriak (Nuevas Traductoras) con la colaboración del Instituto Vasco Etxepare– se han desarrollado en Varsovia, del 28 al 30 de noviembre. Bajo el título «La traducción como puente entre culturas», EIZIE organizó varias actividades con el fin de dar a conocer la importancia de la traducción en la literatura y cultura vascas.
Danele Sarriugarte nos cuenta la experiencia.
Tendiendo puentes con Varsovia
En esta ocasión, nuestro destino ha sido Varsovia. Hasta allí viajamos, en representación de EIZIE, Arantzazu Royo, Katarzyna Sosnowska, y yo misma, Danele Sarriugarte: tres traductoras, tres trayectorias, tres miradas. Y no viajamos solas. Arantzazu y yo metimos en la maleta la última obra de Anjel Lertxundi, Itzuliz usu begiak, un ensayo sobre traducción que estábamos convencidas de que nos ayudaría, a modo de pequeña enciclopedia, a abordar los múltiples aspectos que abarca la traducción en euskera. Kasia había incluido un fruto de su propia cosecha: Samotny mężczyzna, su traducción de la obra de Bernardo AtxagaGizona bere bakardadean (El hombre solo).
Al igual que Berbelitz, aterrizamos en el aeropuerto Chopin de Varsovia –Lotsinsky Chopina–. Y junto con el nombre aprendimos que el polaco declina los sustantivos. Ya teníamos el primer puente.
Estaban previstas tres actividades para los cinco días que pasaríamos en Varsovia, así que parecía un programa equilibrado. El día siguiente a nuestra llegada acudimos a la Universidad de Varsovia, al Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (Iberystyka), para reunirnos con el profesor de euskera e investigador Aitor Arruza, de la sección de lingüística y didáctica de lenguas ibéricas. Junto a él conocimos a sus alumnos y alumnas polacas y ucranianas. Tras presentarnos, intentamos transmitirles algunas pinceladas de nuestra lengua y nuestra literatura.
Luego les propusimos un ejercicio: traducir al polaco el fragmento que da inicio a mi segunda novela, Azala erre (Piel quemada). El espíritu era el mismo que el de otros talleres que ha organizado EIZIE, donde una autora o autor vasco se reúne con traductoras y traductores, que vierten a otras lenguas un fragmento de su obra. En esta ocasión, sin embargo, fue algo diferente, ya que no se trataba de profesionales de la traducción sino de estudiantes que llevan poco tiempo aprendiendo euskera; en algún caso fue la primera vez que se enfrentaban a la tarea de traducir un texto desde el euskera (sirviéndose del castellano como idioma puente). Y también hubo sorpresas: las estudiantes ucranianas tradujeron el fragmento al ruso. Inesperadamente, aparece la diversidad lingüística. Y para mayor asombro nuestro, al final del taller preguntaron a Aitor si podrían continuar con el texto en una próxima clase. Kasia y yo nos mostramos dispuestas a compartir la tarea por Skype o por correo electrónico. Y si terminaran la traducción del fragmento, quizá podría publicarse en la revista de la universidad. Tras el encuentro, salimos a visitar la ciudad con la agradable sensación de haberles despertado el gusanillo de la traducción, de haber sembrado la semilla.
El segundo día participamos en un evento de carácter más oficial, por así decirlo. Aitor organizó una mesa redonda con la colaboración del Instituto Cervantes de Varsovia. Junto con Aitor, participamos Abel A. Murcia –director de dicho centro, poeta y traductor–, Kasia y yo. Reflexiones, preguntas… hablamos de todo un poco: ¿traducir de otra cultura supone convertirse en su embajadora? ¿Qué implicaciones tiene traducir entre lenguas pequeñas, minorizadas, minoritarias? El polaco, por ejemplo, no es una lengua minorizada, pero no se habla oficialmente fuera de las fronteras de Polonia (a diferencia del español, el francés, el inglés…). En el turno de preguntas, el público mostró interés por la traducción de Kasia (euskera-polaco). Ella comentó, entre otras cosas, que cuando trabaja con esa combinación de idiomas, al ser la estructura del euskera totalmente distinta, cambia su modo de abordar el texto y traduce párrafo a párrafo, no por frases.
El tercer día, un delicioso encuentro en la la STL (Asociación de Traductores Literarios de Polonia). Acaban de estrenar la sede, y nos recibieron en un barrio tranquilo, en un piso grande, luminoso y bastante vacío. Lo llenamos con publicaciones y picoteos típicos de nuestros respectivos países. Dorota Konowrocka nos dio el dato: la mitad de los libros que se publican en Polonia son traducciones. No está nada mal. Quizá eso explica por qué hay varias asociaciones de profesionales de la traducción en Polonia: además de STL, los profesionales de otros ámbitos tienen sus propios puntos de encuentro (intérpretes, traductores jurados…).
Las traductoras y traductores literarios de Polonia son un colectivo muy activo. Van a difundir nuestra entrevista mediante un podcast. Arantzazu habló de la colección Literatura Unibertsala. Y explicó por qué es importante traducir los clásicos al euskera, a pesar de que la mayoría de los vascohablantes puedan leerlos en castellano o francés: porque nos resulta imprescindible si queremos vivir en euskera. Como ejemplo, señaló que recientemente Wuthering Heights o Cumbres Borrascosas habían dejado sitio a Gailur Ekaiztsuak –título de la traducción al euskera– en su mundo referencial. Yo misma comenté cuánto había disfrutado con el humor y el afilado bisturí social de Jane Austen en la maravillosa traducción de Ana Morales (Harrotasuna eta aurrejuzguak).
Tal como he sugerido al principio, trabajamos, pero también tuvimos oportunidad de conocer un poco la ciudad. En el ambiente flotaban aún la noticia del pasado octubre: Olga Tokarczuk había recibido el Nobel de Literatura. Curioseando en las librerías, nuca faltaba un solícito librero que se nos acercaba con una obra de la premiada en las manos: Flights (traducción de Jennifer Crofton). “And here’s our Nobel”, decía. Si todo va bien, el año que viene podremos leer a Tokarczuk en euskera, gracias a la beca Jokin Zaitegi. Esperamos que se sigan tendiendo puentes.
Danele Sarriugarte Mochales
Diciembre de 2019
(Traducción de Arantzazu Royo, revisada por Bego Montorio)