La localización y el software
Existen unas pocas empresas, muy especializadas, que se dedican a la traducción y, más importante, adaptación del software a los distintos países en los que se utiliza. La multinacional Bowne Global , con presencia también en España, es la que hace posible que, por ejemplo, Microsoft sea capaz de sacar al mercado sus nuevas versiones de software, al mismo tiempo, en docenas de países.
A pesar del grado de avance que las empresas de software han conseguido en los últimos años en la localización (traducción + adaptación) de sus productos, siguen detrás del software libre en cuanto a países e idiomas en los que son capaces de presentarlos.
The Economist nos habla, por ejemplo, de cómo Windows XP, traducido y adaptado a 33 países, es el software más ampliamente conocido a nivel mundial de entre los programas comerciales. Mientras tanto, en el dominio de los sistemas abiertos, nos cuenta que Linux (en sus versiones KDE y Gnome), goza de acceso local a 42 idiomas, con otros 46 en proceso de traducción en este momento. Mozilla, el navegador de código abierto, tiene ya implantación en 65 países con lenguas distintas y 34 más en proceso.
La tarea de localización es complicada, lenta y aburrida, por lo que no es fácil encontrar empresas especializadas como la mencionada. The Economist relata un caso interesante en Hungría. Janos Noll, creador de la Fundación Húngara para el Software Abierto, estaba poco satisfecho con la marcha de la traducción al húngaro de OpenOffice, así que decidió desarrollar unas herramientas web de colaboración para distribuir el trabajo de traducción, y organizó una fiesta en la sala de ordenadores de la Universidad Técnica de Budapest. Más de una docena de voluntarios empezaron a colaborar directamente con otros 100 húngaros trabajando en la traducción a través de Internet. La mayor parte del trabajo, la traducción de 21.000 textos, se completó en 3 días.
Está claro que la traducción supone sólo una parte del trabajo. La otra, mucho más elaborada, tiene que ver con la adaptación a las peculiaridades locales de frases e incluso colores cuyas connotaciones cambian en cada país. Si han intentado alguna vez traducir al inglés la frase "por si las moscas", sabrán perfectamente a qué nos referimos.
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