Alejandría

2006 Septiembre 13
Alejandría

En cierta ocasión Anjel Lertxundi escribió que la palabra vasca albiste [noticia] tiene su origen en el vocablo árabe al-bisara –"buena nueva"–, algo muy distinto de la triste noticia que llega hoy del mundo árabe, con el anuncio de tu muerte.

Sin embargo la muerte no te ha cogido por sorpresa. Al cumplir 89 años declaraste lo siguiente: "Siento que he llegado a la estación de tren de Sidi Gaber, justo la última antes de Alejandría. En la época en que iba a pasar los veranos en Alejandría, sabía que no me tenía que bajar en Sidi Gaber, sino en la siguiente parada. Pero al mismo tiempo era consciente de que llegada aquella penúltima estación tenía que empezar a preparar las maletas para bajar en Alejandría. Ahora me siento como si me encontrase en Sidi Gaber".

Sin embargo has vivido muchos años, casi un siglo, y nos has traído muchas noticias, especialmente de El Cairo. Tuviste el empeño de acercar la literatura a la gente humilde, facilitando a los más pobres el acceso a los libros –en la biblioteca de Al-Guri–, así como escribiendo obras de teatro para la gente sin alfabetizar. Destacaste como novelista, y, aunque apenas saliste de Egipto, tu obra ha sido difundida en el mundo entero. En ella, lo particular se ha vuelto universal, hasta tal punto que, por ejemplo, la novela El callejón de los milagros, ambientada en El Cairo, fue llevada al cine por Jorge Fons en escenarios de México D.F.

Sin embargo, aquel Cairo tuyo ya no es la ciudad del silencio y de la verdad a la que un día te referiste. Hoy cuenta con dieciséis millones de habitantes, y cuando tú naciste sólo tenía un millón. Precisamente fue en una de sus calles donde recibiste la puñalada de un integrista, a consecuencia de la cual perdiste la movilidad de la mano y el brazo derechos. Y a pesar de haber quedado impedido para escribir, le dictabas tus trabajos a tu amigo y escritor Mohamed Salmaui, y tus artículos seguían viendo la luz cada semana en el diario Al-Ahram.

Sin embargo, y por desgracia, Occidente muestra escaso interés por la literatura árabe, así como por recibir noticias fidedignas de tu mundo, y de no haber sido por el Premio Nobel, es casi seguro que tus libros nos habría resultado desconocidos, y ahora estaríamos privados de una literatura que, en comparación con la occidental, es más sensual, se percibe por medio de la mirada y de los sentidos, está repleta de aromas y sudoraciones, a la vez que nos llega con una cadencia distinta.

Sin embargo, en una época tu obra fue prohibida en Egipto, y tal vez no sepas que la traducción de tus obras también ha sido –por culpa de los agentes literarios y del desconocimiento y de la política de medio pelo– vetada en el País Vasco. Anjel Lertxundi escribió lo siguiente a propósito de la traducción: "En los márgenes de la literatura hay un sinfín de sentimientos, emociones, miradas, entresijos y arrebatos que la lengua vasca no ha conocido hasta la fecha. El único modo de tender un puente es la traducción: es la única forma de ver con nuestros propios ojos otras realidades, otros personajes y otros paisajes; la manera tan inevitable como fecunda de hacer que nuestra voz se encuentre con la voz colectiva"; y tal vez no lo sepas, pero hoy por fin podemos disfrutar en euskera de tu novela La noche de las mil y una noches, y pronto lo haremos con El callejón de los milagros, lo que sí son verdaderas al-bisara.

El tren ha llegado a su término en Alejandría, y tal vez éste sea el momento de recordar aquella máxima que tanto apreciabas: la palabra es de plata; el silencio, de oro.

Publicado con permiso del autor.
Este artículo se publicó el en periódico Gara el 28 de agosto de 2006.