¿El fin de traducción humana?
¿Quién no ha tenido que enfrentarse alguna vez a una de esas traducciones supuestamente automáticas? Quizá sean producidas automáticamente, pero, desde luego, suele ser pecar de excesivo optimismo denominarlas traducciones. Los sistemas vigentes hasta ahora tienen que superar dos obstáculos insalvables: el contexto y la semántica. Quién sabe de que van esos programas, los utilizan, como mucho, para entender el sentido general de algún texto, saber las palabras claves, o para generar un borrador que precisará, evidentemente, de mucha traducción manual, humana. Suelen ser fuentes de innumerables chistes y motivo de tranquilidad para los traductores profesionales: «¿Veis cómo siempre vamos a ser necesarios? » Y, por si acaso, suelen mencionar casos como el siguiente botón de muestra de ese tipo desaguisados.
Pero las cosas parece que han comenzado a cambiar. El pasado 19 de mayo, Google, en la presentación de sus instalaciones y proyectos, dio a conocer, entre otras novedades algunos detalles de su proyecto machine translation systems.
A partir de un texto escrito en árabe, cuya versión traducida con la tecnología conocida hasta ahora resultaba totalmente desprovisto de sentido, como por arte de magia, estaba traducido de un modo sorprendentemente aceptable, adecuado. ¿Cuál es el motivo de esta especie la revolución? La denominada inteligencia artificial.
Los traductores automáticos actuales como Systran o PowerTranslator precisan ser alimentados por corpus preparados de antemano o estar dotados de unas gramáticas especiales de traducción entre el par de lenguas que deben tratar.
El nuevo sistema realiza un análisis estadístico de un cuerpo documental amplio, en el que algunos documentos son traducciones: elementos estructurales del texto, contextos y situaciones de aparición de las palabras, frecuencias de palabras y términos en cada documento, comparación con frecuencias de otros documentos y anteriores análisis
Los usuarios suelen conocer la proverbial velocidad de los motores de búsqueda e indexación de Google. Con un funcionamiento similar, en apariencia, y lo que se denomina tiempo real, a la hora de traducir la máquina dispone de listas de significados, de contextos, de construcciones sintácticas, morfológicas o semánticas, referidas a aun cuerpo de documentos que aumenta constantemente. Cuantos más documentos estén digitalizados, mayores posibilidades de conseguir traducciones correctas. ¿Estamos a las puertas de una revolución en el campo de la traducción? ¿Pasaremos los traductores y traductoras a ser correctores de los textos generados por estos sistemas? ¿De quién serán los derechos de autor de la traducción generada por la máquina sobre corpus documentales preexistentes? ¿Al final sólo nos quedará, como siempre la literatura? ¿Cómo podrá transformar el mundo una tecnología de este tipo, que podría aplicarse incluso a los programas de reconocimiento de voz, es decir, que sería incluso capaz de producir intérpretes cibernéticos? ¿Tendrán que reciclarse los estudiantes de Traducción e Interpretación? ¿Y las asociaciones profesionales?