Nuevas normas de traducción en la UE

2004 Junio 15
Nuevas normas de traducción en la UE

La ampliación obliga a revisar las reglas de traducción de la Unión Europea, para evitar un atasco generalizado. Según el artículo del periodista Philippe Ricard, publicado en Le Monde el 1 de junio de 2004, las nuevas normas de traducción impuestas tras la ampliación del 1 de mayo van a reforzar todavía más la supremacía del inglés en el seno de la Unión Europea.

La iniciativa ilustra las dificultades de funcionamiento de la Unión Europea ampliada en el terreno lingüístico, que a largo plazo podría acelerar la expansión casi irresistible del inglés. Tres semanas después de la ampliación del 1 de mayo, a falta de suficientes traductores en las 9 nuevas lenguas de la Unión, la Comisión se ha fijado nuevas prioridades en materia de traducción y llama a sus funcionarios a una mayor contención en la escritura. El tamaño medio de los documentos internos debe pasar de 32 a 15 páginas.

«Sin una medida de ese tipo, iríamos a chocar directamente contra un muro», explican en el entorno de Neil Kinnock, comisario británico encargado de la administración europea, quien está en el origen de las medidas anunciadas el 26 de mayo para hacer frente al riesgo de asfixia de la Europa de los 25.

Los documentos de uso interno no estarán disponibles, en el mejor de los casos, sino en las lenguas llamadas «procedimentales», es decir, el francés, el alemán y, sobre todo, el inglés, que se asegura desde ahora la parte del león en numerosos servicios de la Comisión. Las nuevas normas deberían reforzar el uso de la lengua de Shakespeare. La mayoría de los diez nuevos comisarios no son capaces de utilizar otra lengua que no sea el inglés, además de la suya propia, como lengua de trabajo.

Solo los textos más importantes destinados a uso externo serán traducidos a las veinte lenguas oficiales de la Unión. Proyectos de directivas, decisiones de valor legal, en materia de concurrencia por ejemplo, serán traducidos sistemáticamente antes de ser hechos públicos. Sin embargo, la Comisión quiere, por ejemplo, sugerir al Parlamento no traducir a todos los idiomas las respuestas de sus servicios a preguntas planteadas por los diputados.

Para Kinnock, se trata de actuar lo más rápido posible: desde la llegada de los diez nuevos miembros, la cantidad de páginas a traducir debería aumentar en cerca de la mitad entre 2003 y 2004, para superar el umbral de dos millones de páginas, si nada cambia. El retraso es ya descomunal: se eleva a unas 60.000 páginas de textos diversos y variados. Al ritmo en que se acumulan los documentos no traducidos, en la peor de las hipótesis el montante podría llegar 300.000 páginas en el espacio de tres años.

Esta amenaza de sobredosis se debe a un doble fenómeno. Por un lado, los funcionarios de la Comisión son cada vez más prolíficos. Informes sobre fiscalidad, comunicaciones sobre ayuda humanitaria, libros blancos de todo género, el volumen de su prosa es parejo a la extensión de las responsabilidades del ejecutivo europeo. Por encima de todo, la ampliación ha supuesto un verdadero desafío, pues el reclutamiento de traductores, en las nueve lenguas oficiales nuevas en la Unión, resulta tarea ardua. Malteses, estonios o lituanos, los países más pequeños en suma, tienen serias dificultades para proporcionar el número de especialistas requeridos.

Solo la Comisión espera reclutar cerca de 700 traductores de entre los nuevos miembros, de aquí a 2006, frente a los 1.300 que hay hoy en día para las antiguas once lenguas oficiales. Corre claramente el riesgo de tener que revisar a la baja sus expectativas. En cada uno de los nuevos países, las diferentes instituciones europeas, desde la Comisión al Parlamento, pretenden seleccionar a 135 candidatos en el primer concurso de acceso: las pruebas no han terminado todavía, pero está ya claro que no se logrará el número deseado. El número de candidatos que han superado las pruebas hasta ahora está muy por debajo de las expectativas, en especial para el maltés.

«Si no se reduce la cantidad de páginas, asistiremos a la traducción rápida a dos o tres lenguas, y el resto tendrán que esperar semanas o hasta meses», dice un alto funcionario. Su prudencia dice mucho sobre la dificultad del ejercicio de contención demandado a los eurócratas: «En mi servicio, ya bastante inclinado hacia el inglés, el margen de maniobra no será enorme»

Philippe Ricard
Artículo publicado en Le Monde, 1 junio 2004.
(Traducción de EIZIE)