La evolución lingüística en Asia central a examen
En 2001, Jacob M. Landau y Barbara Kellner-Heinkele publicaron un interesante trabajo titulado The Politics of Language in the Ex-Soviet Muslim States (Política lingüística en los estados musulmanes exsoviéticos), un análisis singular y certero sobre la política lingüística en los estados de la antigua Unión Soviética en Asia central. Mark Berniker, periodista especializado en asuntos políticos y económicos de Asia central, el Cáucaso y Rusia, nos ofrece una documentada reseña del libro.
Política lingüística en la Unión Soviética
Política lingüística en la Unión Soviética
Para los dirigentes del Kremlim durante la época comunista, la lengua era un factor clave en su intento de forjar una nueva identidad soviética. Se sobreentendía que Rusia debía unificar a todos los habitantes de un imperio étnica y culturalmente diverso. En nuestros días, la lengua vuelve a ser un elemento central en la política gubernamental en los estados post-soviéticos, con la diferencia de que ahora la lengua es utilizada para separar más que para unir.
La caída de la Unión Soviética, producida precipitadamente en 1991, empujó a la independencia a naciones que no estaban necesariamente preparadas para ello. Muchos dirigentes, incluidos los de la zona central de Asia, promocionaron al principio las tradiciones culturales y lingüísticas autóctonas, incluida la fe islámica, como medio para apuntalar su soberanía estatal. Con el paso del tiempo, sin embargo, esos mimos líderes han atemperado su entusiasmo por un renacimiento cultural que comienza a ser visto como una potencial amenaza al entramado político existente.
Los cambios en la identidad étnica y los hábitos culturales en Asia central son el tema analizado cuidadosamente por Jacob M. Landau y Barbara Kellner-Heinkele en su obra The Politics of Language in the Ex-Soviet Muslim States (Política lingüística en los estados musulmanes exsoviéticos). Aun a sabiendas de que, históricamente hablando, una década es un periodo relativamente breve, los autores esclarecen los diversos grados del cambio lingüístico en la región.
Los resultados de la política soviética de rusificación
La obra se centra en las políticas de cinco estados de Asia central: Kazajistán, Kirguizistán, Tajikistán, Turkmenistán y Uzbekistán; pero incluye también a Azerbaiyán, país caucásico de tradición islámica. Una de las premisas centrales del libro es que la política soviética de rusificación tuvo un menor efecto en la formación de la identidad de los ciudadanos en las seis repúblicas islámicas de lo que inicialmente se había creído.
Según los autores, «la política soviética de rusificación tuvo un éxito parcial en las seis repúblicas islámicas». «Aunque el conocimiento del ruso se extendió con rapidez, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial y en las áreas urbanas, ello no impidió la continuidad de la lealtad a las lenguas nativas en una gran cantidad de casos, con el ruso como segunda lengua».
Los autores sostienen que Azerbaiyán, Uzbekistán y Turkmenistán «han progresado de forma más visible en la promoción de su lengua propia en la administración y la educación, incluida la preparación e introducción de nuevos libros de texto en alfabeto latino». Landau y Kellner-Heinkele afirman que Kazajistán y Kirguizistán «con minorías eslavas proporcionalmente grandes, han invertido más esfuerzos organizativos en la planificación lingüística, pero con menores resultados».
En cuanto a la política lingüística se refiere, la verdad es que los adultos y la gente de más edad probablemente no han llegado a variar de manera profunda sus comportamientos lingüísticos. Sin embargo, el cambio es mucho más probable entre los jóvenes de todos los niveles educativos. «Todos los gobiernos del área han mostrado más interés en promocionar la lengua propia en la escuela que entre los adultos, para los cuales se han hecho menos esfuerzos para el aprendizaje de la lengua y del nuevo alfabeto», señalan los autores.
En algunas áreas de Asia central, especialmente allí donde la política soviética no llegó a hundir sus raíces, el uso de la lengua rusa ha desaparecido en el transcurso de la última década. Una persona que hable solamente ruso tendrá hoy serias dificultades de comunicación, por poner un ejemplo, en la parte uzbeka del valle de Fergana.
La primera consecuencia de este cambio en las normas lingüísticas ha sido la emigración de las personas de habla rusa, muchos de ellos trabajadores especialistas y profesionales. La tendencia emigratoria ha sido más acusada en Kazajistán, donde, de acuerdo con algunas estimaciones, más de dos millones de personas de habla rusa han abandonado el país. En Kirguizistán ha ocurrido algo similar, aunque las cifras sean algo más bajas.
Las políticas lingüísticas y culturales pueden ser un importante factor en la ecuación emigratoria, pero otras variables, especialmente las económicas, ejercen una considerable influencia en las decisiones que marcan el proceso relativo a las personas de habla rusa. Durante los últimos años, todo lo relacionado con el islamismo y el terrorismo se ha convertido también en una asunto de relevancia.
El flujo emigratorio parece haberse frenado. En Kirguizistán, por ejemplo, fuentes oficiales informan de que las solicitudes para emigrar a Rusia fueron en 2002 del 60%, comparando con el año anterior. Sin embargo, los expertos opinan que el descenso no refleja necesariamente un estado de acomodamiento por parte de las personas de habla rusa, sino, en muchos casos, simplemente su falta de medios o de aptitudes para abandonar Asia central.
La promoción de la lengua propia
Una cuestión que queda clara en el libro es que la promoción de la lengua propia ha resultado políticamente eficaz para los líderes regionales. En Kazajistán, por ejemplo, la nacionalidad propia no constituía la mayoría de la población al final de la era soviética. Desde la independencia, con una emigración de rusófonos a gran escala, el sector kazajo de la población ha aumentado hasta un 50%, conforme a los datos oficiales.
Landau y Kellner-Heinkele señalan que «reacios a promover ahora el monolingüismo, los líderes políticos de los seis estados independientes se han esforzado en adoptar una nueva visión del bilingüismo, en la cual la des-rusificación se expresa en la promoción de la lengua propia al primer lugar, dejando al ruso en un segundo lugar».
La obra subraya también otro aspecto importante del desarrollo de las últimas décadas: la caída del sistema soviético no ha significado que, de pronto, en el cáucaso o en Asia central todo el mundo haya olvidado su destreza para hablar, leer o escribir en ruso. Las elites urbanas y los funcionarios gubernamentales no cortaron totalmente sus vínculos con la lengua o los vestigios de las instituciones que quedaron como resultado del régimen soviético. De hecho, muchos de ellos se percatan de que el conocimiento del ruso sigue siendo importante para cuestiones comerciales o educativas, ya que abre las puertas de importantes y lucrativos negocios a empresarios y estudiantes con aspiraciones.
Tomado y traducido de: Mark Berniker, Examining Linguistic Trends in Central Asia
Ver también: Jacob M. Landau and Barbara Kellner-Heinkele (2001) The Politics of Language in the Ex-Soviet Muslim States C. Hurst & Co.